Conclusión
Lic Pedro Rivera Briseño
Regresó con sus armas en la mano y empezó a disparar indiscriminadamente; eran las 15:40 horas y había cruzado la línea. Llevaba una ametralladora Uzi, una escopeta de doble cañón y una pistola. La policía fue alertada, pero se equivocaron nuevamente y se dirigieron a un McDonald’s ubicado cerca de la frontera con Tijuana; al ver que no sucedía nada, pensaron que se había tratado de una broma. Se marcharon y eso permitió que Huberty se diera gusto matando personas durante casi una hora y media.
En el transcurso de un asedio que duró ochenta y dos minutos, descerrajó doscientos cincuenta y siete tiros contra los clientes aterrorizados, matando a veintiuno e hiriendo a diecinueve más. Asesinó a clientes y empleados, principalmente a hispanos. Muchos de ellos eran niños. Mientras disparaba, gritaba que había matado a cientos de personas en Vietnam; pero era mentira, pues Huberty nunca estuvo en el ejército. La policía llegó al McDonald’s, rodeó el lugar y se inició una tensa espera. Huberty no iba a negociar la vida de los rehenes: lo que deseaba era asesinarlos. El Swat ( Special Weapons and Tactics (armas y tácticas especiales), y originalmente Special Weapons Attack Team (Equipo de ataque de armas especiales) no supo qué hacer corrían de un lado a otro.
Finalmente, un policía llamado Chuck Foster le disparó en el pecho y lo mató. Debido al número tan elevado de muertos, las funerarias locales no se dieron abasto y los cuerpos tuvieron que ser colocados en el Centro Cívico de San Ysidro; tampoco la Iglesia Monte Carmelo, que tenía cadáveres esperando turno para las exequias.
La reacción oficial a la masacre fue casi tan trágica y catastrófica como el propio suceso. Si la cobertura televisiva puede servir de ilustración, el Estado y sus distintos organismos sólo intervinieron para expresar su estupefacción ante los móviles del asesino y ofrecer los servicios de terapeutas para que ayudaran a las víctimas (presentes y futuras) a “ajustarse” al shock. A los pocos días de la matanza, se envió a un grupo de científicos para que encontraran respuestas al caso Huberty. Pero, curiosamente, se les instruyó para que investigaran en una falsa dirección: se les dijo que diseccionaran su cerebro en busca de alguna misteriosa lesión, pero en ningún caso que analizaran el significado social de sus actos.
La oficina forense ordenó practicarle al cadáver de Huberty todos los exámenes posibles, entre ellos análisis toxicológicos. Se le encontró una cantidad inusual de cadmio: "la suficiente para matar a dos personas", dijeron los forenses. El cadmio es un metal pesado que cuando ingresa al organismo destruye los riñones y daña el sistema nervioso. Los expertos no se explicaban cómo es que Huberty no había muerto semanas atrás.
Investigaron cómo fue que Huberty se contaminó y encontraron que, antes de migrar a California, trabajó como soldador. La exposición a los gases tóxicos, sin protección alguna, le enfermaron y provocaron trastornos mentales. Un antiguo compañero de trabajo declaró que Huberty continuamente decía que los humos de la soldadura lo estaban volviendo loco.William Walsh, quien estudió el caso desde el principio, hizo un descubrimiento sorprendente: en el organismo de Huberty (y en el de otros que han ejecutado masacres y actos de extrema violencia) se encontró la presencia y acumulación de contaminantes de propiedades neurotóxicas. La relación entre la presencia de ciertos contaminantes que afectan la conducta humana y el crimen violento interesó, desde los noventa, a numerosos investigadores de los campos de la neurotoxicología, la criminología y la salud ambiental.
El 26 de septiembre de 1984, semanas después de la masacre, la cadena McDonald’s derribó el restaurante y donó el terreno a la ciudad. En el lugar de la masacre se levantó un monumento en memoria de las víctimas: 21 pilares hexagonales de granito. Desde entonces, cada 2 de noviembre, Día de los Muertos en México, el lugar se llena de flores, veladoras y adornos de papel picado.
De inmediato se bautizó a Huberty como “McMurder”. Asombrosamente, la esposa de Huberty demandó a McDonald’s por cinco millones de dólares, alegando que la comida de la cadena era lo que había enloquecido a su marido; perdió la demanda. La banda Macabre grabó la canción “McMassacre”, dedicada a Huberty. Inspirada en su caso y en el de otros asesinos en masa, se filmó la película Un día de furia, protagonizada por Michael Douglas y Robert Duvall; allí aparece la escena de la hamburguesa pequeña. Con el tiempo, otros asesinos en masa imitarían su ejemplo.
Finalmente, este policía llamado Chuck Foster le disparó en el pecho y lo mató